A los gatos les gusta lamerse, pero hay algo que les gusta aún más: que sea una persona la que les lama. Lamer al gato es una buena muestra del amor incondicional que sentimos por nuestra mascota, pero tiene el efecto colateral de que, a la que te descuidas, te has tragado una bola de pelo que luego cuesta horrores de vomitar.
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